LA
CANÍCULA ASIÁTICA
La
Quinta Estación
Los
cambios de estación afectan a nuestra salud, sobre todo por los
cambios de temperatura y las
condiciones
climáticas.
LA
QUINTA ESTACIÓN
ASIÁTICA
DURA 72 DÍAS
Y ES LA FORMULA MATEMÁTICA
QUE SURGE
DE LA SUMATORIA DE FRACCIONES DE 18 DÍAS,
QUE SE LOCALIZAN
9
DIAS ANTES DE TERMINAR EL PERIODO ESTACIONAL Y 9 DIAS INICIADO EL
PERIODO NUEVO, ES DECIR QUE LOS 90 DIAS DE CADA ESTACIÓN
PERDERÍAN
18 DÍAS
DE EJERCICIO PLENO, SUMADO UN TOTAL VIRTUAL DE 72 DIAS , QUEDANDO LAS
ESTACIONES EN 90 – 18 DIAS EN IGUALMENTE 72 DIAS.
Está
asociada
con los períodos de transición entre
las estaciones, alrededor de los dos solsticios y los dos equinocios.
Es lo que se conoce como Doyo,
dos o tres semanas en las que la energía de una estación se va
desvaneciendo mientras comienza a sentirse la de la siguiente. Un
momento de conclusión,
de quietud y de preparación para
el cambio. Es habitual encontrar en el Doyo aspectos de todas las
estaciones, clima especialmente caluroso y/o húmedo, y sobre todo
variable, y esto se refleja también en el cuerpo.
TIEMPO
DE CANÍCULAS ES SINÓNIMO DE TRANFORMACION DE LA NATURALEZA Y SUS
SERES VIVOS , POR ESO DEBEMOS TRANSITARLA CON PRECAUCIÓN E
INTELIGENCIA
Es
por ello que es especialmente importante mantenerse centrado durante
estas transiciones, en contacto con la tierra, y aprovechar para
observar nuestro interior. También se dice, que durante los períodos
de Doyo es posible tratar cualquier enfermedad o desequilibrio: así
como es muy difícil tratar, por ejemplo, problemas del Riñón
(Agua) durante el verano (podríamos debilitar el Corazón, y además
no sería efectivo el tratamiento), en el Doyo es posible encauzar la
energía hacia cualquier órgano sin que los demás sufran las
consecuencias.
Entre
las asociaciones del elemento Tierra están
el sabor dulce, los colores amarillos y naranjas, el sentido del
tacto, la boca y los labios, la saliva, el bazo y el estómago, la
humedad, el canto, la simpatía, el intelecto y la empatía. Una
atracción o repulsión especial hacia alguno de estos aspectos puede
querer decir que hay un desequilibrio en uno de los órganos o
meridianos Tierra.
La
Tierra es el centro de
los elementos y el elemento cohesionador: es el cimiento de nuestra
existencia física, es la cualidad que nos permite ver la materia
como algo sólido, y no como mera vibración. La Tierra nos
da seguridad, apoyo y estabilidad.
Desde tiempos inmemoriales ha habido una fuerte vinculación entre la
Tierra y la madre en
prácticamente todas las culturas del mundo. Desde que nacemos, es
nuestra madre quien nos da todo el sustento, apoyo y seguridad que
necesitamos.
La
Tierra es fertilidad.
En este tiempo, el final del verano, es cuando la naturaleza nos
muestra su calidez, riqueza y abundancia. Es el tiempo de la
recolección, de la cosecha del grano, de la selección y la
elaboración de los alimentos que garantizarán la supervivencia a lo
largo del invierno. La Tierra nos alimenta, nos
nutre.
El
elemento Tierra posee el potencial para manifestar de
forma física, en un producto o resultado tangible, toda la energía
y la acción que nos dio el Fuego. Lo que otras personas digan de
esos productos, el modo en que los utilicemos, serán aspectos de la
comunicación, asociada con el siguiente elemento, el Metal.
El
par Zàng-Fǔ (órganos internos) asociado con la Tierra son el Bazo
y el Estómago,
que tienen el poder de la transformación
y transporte de
los alimentos y los líquidos, y se encargan de la digestión, no
sólo de los alimentos, sin no también otros aspectos de la vida,
como los pensamientos o los sentimientos. Cuando el Estómago, y
principalmente el Bazo (según la Medicina China), no ejercen bien su
función, el cuerpo no tiene energía, nos sentimos cansados, y el
resto de órganos tampoco pueden funcionar correctamente.
Se
ha intentado traducir a emoción relacionada con el elemento Tierra
de muchas maneras: preocupación, pesar, simpatía… Pero el
ideograma 意, yì,
la “emoción” del Bazo se traduce literalmente
como pensamiento. Contiene los radicales del corazon y del cerebro por lo que no es completamente una emoción ni un pensamiento, sino
que une a los dos. El reino del Bazo (y de la Tierra) es el del
pensamiento, de la reflexión.
Ambos se sitúan en el Centro: entre la alegría del sur (Fuego) y el
miedo del norte (Agua), entre la ira del este (Madera) y la tristeza
del oeste (Metal). La Tierra templa estos movimientos emocionales a
través del pensamiento. Ayuda a tomar la distancia necesaria, a
medir, a sopesar los pros y los contras. Es racional.
Por eso se dice que el exceso de preocupación y las contrariedades
alteran la energía del Bazo y el Estómago.
“Pensamiento
reflexivo” podría ser una traducción aceptable del carácter 意,
yì, pero no tiene en cuenta otra dimensión potencial de su
significado, la del funcionamiento del intelecto en el mundo con una
motivación compasiva y
sentida (viendo las cualidades de nutrición, apoyo y seguridad de la
Tierra). Como la capacidad de la Tierra es tanto para recibir como
para dar,
la emoción de la Tierra debe dirigirse tanto hacia adentro como
hacia afuera. El elemento Tierra, cuando está equilibrado en la
psique humana, recibe y da en igual medida, recibe las señales
emocionales y los actos comunicativos de otras personas de modo que
obtiene apoyo y nutrientes para sí. Este doble proceso puede
entenderse como empatía.
Cuando la Tierra está desequilibrada, tiende a veces a dar mucho y
no poder recibir, o bien con una gran necesidad y una falta de medios
para dar.
La
gente Tierra suele dedicarse demasiado a tareas intelectuales,
olvidándose a menudo de la parte física. Por una parte, el sentido
asociado a la Tierra es el del tacto,
por lo que es muy importante para el equilibrio de la Tierra el
contacto físico con otras personas (abrazos, caricias, masajes…).
Por otra parte, el Bazo gobierna los músculos, por lo que es
importante combinar la actividad intelectual con la actividad física.
Así que, si te gusta mucho leer y estudiar… ¡no te olvides de
hacer algo de ejercicio!.
Sin
embargo, lo más importante para mantener la Tierra equilibrada es
la alimentación.
Es un momento perfecto para plantearte un cambio a una dieta más
sana. Podemos empezar, por ejemplo, recordando los principios del buen comer.
La Tierra tiene afinidad por los alimentos más neutros: ni fríos,
ni calientes; ni yin, ni yang; justo en el centro. El sabor que nutre
a la Tierra es el dulce, pero, ¡ojo!, el dulce natural de las
verduras y los cereales, no el extremo del azúcar o la miel. También
los alimentos amarillos y anaranjados, como el maíz, la zanahoria,
la calabaza… Como siempre, lo más adecuado es buscar las frutas y
verduras de temporada. En esta época de transición del verano al
otoño, nuestra dieta también debería ir cambiando poco a poco de
más ligera a más nutritiva, que nos proporcione más combustible
para trabajar y que nos caliente según van enfriando los días.
Sobre
todo, recuerda que “somos
lo que comemos”
y que la alimentación correcta es básica para el bienestar y el
estado de energía. La dieta afecta a todos los aspectos de la vida:
trabajo, productividad, personalidad, sueño (y sueños), cómo nos
sentimos, la salud y la enfermedad.
Prevenir
las enfermedades del otoño
Debido
a los cambios de temperatura es difícil no caer en algunas de las
típicas enfermedades otoñales. Hay que tener especial
cuidado con las corrientes para
evitar los resfriados, así como evitar pasar rápidamente del frío
al calor y abrigarnos al salir a la calle.
Se
puede considerar junto con el médico de cabecera la conveniencia o
no de la vacuna contra la gripe y hay que evitar consumir alimentos
muy fríos. Tampoco hay que olvidar las medidas
higiénicas, porque
lavarse las manos frecuentemente puede evitar muchas infecciones y el
traslado de bacterias. Y, al igual que hacemos en verano, tener
cuidado con la manipulación de los alimentos y la calidad del agua
que consumimos para prevenir las enfermedades gastrointestinales.
Una
de las enfermedades más características del otoño es la
depresión o la astenia otoñal provocada
por el cambio de estación, la disminución de las horas de luz y el
mal tiempo. Se caracteriza por la falta
de interés, la apatía, el insomnio y la tristeza y
son muchas las personas que la sufren cada otoño.
Lo
mejor que podemos hacer para evitar o reducir la aparición de estos
problemas de salud en los cambios de estación es reforzar
nuestras defensas.
Con una alimentación ricas en frutas y verduras, una dieta
equilibrada que
nos aporte las vitaminas y minerales que necesitamos podremos hacer
frente a las enfermedades características del otoño.
ENFERMEDADES
DE INVIERNO
Las
enfermedades más frecuentes asociadas al invierno que
afectan principalmente a las vías respiratorias como la gripe, los
catarros, bronquitis, faringitis y otras más graves como la
neumonía.
Los
niños son especialmente vulnerables a las bajas temperaturas, por lo
tanto son más proclives a contraer enfermedades, sobre todo si están
a diario en contacto con otros niños. Su sistema inmunológico no es
aún maduro como el de los adultos y poseen menor capacidad defensiva
frente a las agresiones externas como el viento, el frío y la
lluvia.
No
podemos evitar el contagio de enfermedades porque es algo que no está
en nuestras manos, pero sí podemos intentar disminuir las
posibilidades de que enfermen. Veamos entonces algunos consejos
sobre cómo
prevenir las enfermedades en invierno.
Enfermedades
de la primavera
………la
astenia primaveral es un trastorno exclusivo de esta época que no
requiere tratamiento alguno. Entre
sus variados síntomas destacan los dolores musculares, la ansiedad,
una sensación casi permanente de fatiga, pérdida de peso, fiebre o
cambios en el ritmo intestinal. Todos ellos desaparecen con el paso
de los días.
Varicela
La
primavera crea un entorno favorable para la proliferación del
virus varicela
herpes
zoster. El
peligro radica en la facilidad de su contagio, que acto seguido
provoca en el paciente erupciones cutáneas, fiebre y malestar
general.
Infecciones
de la piel
Los
hongos y las bacterias recuperan fuerzas con la llegada del buen
tiempo, ampliando también su foco de actuación. Para prevenir este
tipo de infecciones, los
expertos recomiendan evitar los cambios bruscos de temperatura y los
baños prolongados,
utilizar más ropa de algodón y secarse bien después de la ducha.
La piel es una de las partes del cuerpo más delicadas.
Alergias
Aunque
la mayoría de personas alérgicas ven el polvo como su principal
enemigo, el polen también es un adversario a tener en cuenta. La
elevada pluviosidad del invierno favorece la germinación de las
plantas y su consecuente polinización.
Los meses más problemáticos para los alérgicos al polen son mayo y
julio.
Enfermedades del
verano
-
Deshidratación.
El
calor y la exposición prolongada al sol hacen que perdamos mucha
agua corporal a través del sudor, la micción o las heces. Si no se
repone de forma suficiente, y no se actúa ante los primeros
síntomas, podemos poner en riesgo nuestra salud, incluso
protagonizando el llamado “golpe de calor”. Prevenirlo es tan
sencillo como beber líquido de manera continuada, a pesar de no
tener sed. Se recomienda entre un mínimo de 2 litros de agua
diarios.
-
Quemaduras
solares.
Abusar
de la exposición al sol y hacerlo además sin protección puede
aguarnos el verano. Nuestra piel podría sufrir quemaduras de
segundo y hasta tercer grado, que se manifiestan en forma de
ampollas, ulceraciones, dolor intenso e incluso fiebre. Para
prevenirlo, la solución pasa por utilizar protectores solares y
moderar las horas de exposición (sobre todo las de mayor
incidencia)
-
Herpes
labial.
Aparece
con mayor frecuencia durante los meses de verano por causa de los
rayos UV, que favorecen la transición del virus del estado
durmiente al reactivo. Para prevenirlo, se recomienda utilizar
protectores labiales y mantener las defensas en un estado óptimo.
Si no conseguimos evitar su aparición, podemos utilizar un
tratamiento tópico antiviral para frenar su progresión y acortar
la curación.
-
Intoxicaciones
alimentarias.
Durante
el verano se multiplican este tipo de patologías, al ingerir
alimentos en mal estado por el efecto del calor. Estas
intoxicaciones pueden causar diarreas, náuseas, vómitos y suponen
un importante riesgo de deshidratación. En caso de padecerlas, se
recomienda mantener reposo, hidratarse, ingerir comidas suaves y
acudir al médico si se complica.
-
Otitis.
La
mayor parte de las otitis que se producen en verano se contagian en
playas y piscinas a través de bacterias y hongos, ya que la
combinación de agua y calor favorece su propagación. Para
prevenirlo debemos evitar sumergirnos a menudo, limpiarnos los oídos
después del baño y utilizar tapones (sobre todo en el caso de los
más pequeños, que son más propensos a contraerla).
-
Hongos
en los pies.
En
verano tendemos a caminar descalzos en piscinas y duchas públicas,
exponiéndonos a coger una infección de otras personas que ya la
tienen. La más habitual es el pie de atleta, que provoca dolor,
grietas, picores y descamación. La utilización de chanclas es la
mejor solución.
-
Cistitis.
Esta
patología afecta sobre todo a las mujeres y es muy frecuente en
esta época del año. La causas más habituales son el contacto con
la fría temperatura del agua y el mal hábito de permanecer
demasiado tiempo con el bañador mojado. Para evitar que la humedad
afecte al sistema urinario, debemos secarnos bien tras el baño y
sustituir el bañador por uno seco.